Iñaki Garmendia Esnal. Experto en Seguridad Turística y Miembro del Comité de Expertos de la Organización Mundial del Turismo. OMT/UNWTO.
Si partimos de la premisa que una muerte violenta se convierte en tragedia y si son miles se transforma en un hecho puramente estadístico, podemos estar refiriéndonos a nuestra realidad nacional donde violencia e inseguridad ocupan espacios y formas que por su reiteración se van convirtiendo en el estereotipo negativo y revelador del país y en el argumento más significativo para convertirse en noticia.
Paralela y afortunadamente, las cifras del sector turístico superan récords históricos lo que habla bien a las claras de su competitividad pese a desarrollar sus funciones en espacios sustancialmente mejorables.
Esta dualidad hace que se haya consolidado lo que denomino un “deterioro no rupturista” que permite subsistir, pero de manera muy condicionada lo que da pie a actitudes cada vez más sutiles a la vez que peligrosas, por sus particulares formas de degradación.
Situación por la que se sobrelleva mejor los límites que impone la violencia e inseguridad que los que debiéramos ponernos a nosotros mismos para acceder a las metas que decimos perseguir.
En este sentido, admitamos que la gestión de la seguridad es simbólica y con escaso poder transformador, resultando una práctica perjudicial hasta para sus propios responsables que, por su alto grado de inflexibilidad hacen que sigan cuestionados social y sectorialmente y, dando la sensación que “no se puede hacer gran cosa” que es una forma entusiasta de explicar su impotencia.
Por ello, priorizar esos principios hace que los cambios sigan siendo muy reducidos, aunque la actualización tecnológica de algunos procesos y herramientas, que no sus políticas y contenidos, puedan dar la sensación contraria.
En definitiva, estos comportamientos hacen que sigan presentes las dudas e inquietudes sobre la competitividad turística y social, ya que siguen pendientes de diferentes cuestiones dentro del escenario nacional mexicano.