En antiguo lenguaje cristiano sedecía que “el Creador y la Creación son Uno”. Si la Fuente y lo Visible son uno, entonces lo Visible, tal como es, debe ser pleno, suficiente y todo lo que se requiere para estar con y conocer la Fuente, para conocer a Dios.
n antiguo lenguaje cristiano sedecía que “el Creador y la Creación son Uno”. Si la Fuente y lo Visible son uno, entonces lo Visible, tal como es, debe ser pleno, suficiente y todo lo que se requiere para estar con y conocer la Fuente, para conocer a Dios.
Nuestros antepasados reconocieron que las realidades cotidianas dificultaban que nos reconociéramos como manifestaciones de la Fuente.
Los Maestros antiguos desarrollaron prácticas que se compartían libremente para combatir la ilusión de separación de la Fuente y de todo lo que nos rodeaba.
A partir de lo cual surgió la vida religiosa y espiritual buscando “establecer una intimidad interminable con la vida, la naturaleza y Dios, dentro de la existencia cotidiana y ordinaria”.
Con el tiempo las enseñanzas religiosas se disociaron de sus orígenes y tejieron la poesía de “lo masculino como conciencia” y “lo femenino como energía” para describir el tejido de la realidad.
Luego surgieron las filosofías religiosas profundas que nos “encantaron” con su nuevo lenguaje. Reimaginaron la unión intrínseca entre la fuente y la creación, presentando un Dios ausente o lejano. Dicha negación incluyó lo femenino.
La separación del Ser Humano de su Fuente se convirtió en el mensaje principal de todo el dogma religioso imperante, durante miles de años nos llevaron una búsqueda, basada en la promesa de un cielo futuro y externo.
Por ello hoy, el legado del reformador del Vedanta No Dualista (Advaita), del Siglo X, Ramanucha Acharya, es más vigente que nunca; “Yoga es el medio práctico para el reconocimiento íntimo y personal de los ideales espirituales” (de cada individuo y religión).
Texto original @markwhitwell
@markwhitwell | www.heartofyoga.com