PÉRDIDA ANUNCIADA

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Cancún está perdiendo sus playas. Cada brisa fuerte, ya no digamos cada ráfaga huracana- da, se lleva arena que es imposible recuperar.

Las colinas de arena acumuladas a la altura de Playa Delfines tras el paso de Zeta, son un incómodo recordatorio de un fenómeno constante que nadie quiere ver. La misma merma se registró en los 17 km de la playa oriental: si no la vimos, fue porque la hilera de hoteles actúo como barrera.

Cuando el gobierno federal reconstruyó las playas de Cancún en 2007, el gobierno de Félix González prometió solemnemente crear un fideicomiso para darles mantenimiento, promesa que olvidó en cuanto quedó listo el relleno.

Tal instancia, urgente y necesaria, no figuró en la agenda de Roberto Borge. No se ha discutido durante la gestión de Carlos Joaquín, y desde luego, no está en el radar de la Asociación de Hoteles, que lo único que litiga con tesón es ponerle trabas al AirB&B. Toco madera, pero más temprano que tarde un huracán mayor nos va a hacer la maldad.

Ya sucedió con Gilberto, con Wilma, y en menor medida sucede con meteoros + modestos, como el trío que nos visitó en octubre: Gamma, Delta y Zeta.

A mi juicio, lo que DEBEMOS TENER CLARO ES QUE EL PROBLEMA ES NUESTRO, y de nadie más. Si los gobiernos llamados neoliberales, que se supone apoyaban con todo a los empresarios, se tardaron casi 20 años en autorizar el relleno (tras evaporarse las playas cuando Wilma para que reaccionaran), no me quiero imaginar cuál sería la respuesta de la 4T.

Odia sin disimulo las costumbres de los ricos, lo cual con seguridad incluye venir de vacaciones a Cancún. Más vale tomar nota de ese estropicio anunciado.

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