Siempre me ha parecido altamente patriótico que los mexicanos pudientes acudan en tropel A LAS VEGAS EL 15 DE SEPTIEMBRE, hagan como que hablan inglés, ordenen botellas de whisky y de champaña, y den el Grito de Dolores a las 12 de la noche, si esa efeméride no interrumpe el show de Alejandro Fernández o de Luis Miguel.
Luego podrán instalarse en las mesas de juego, UNA ESTRATEGIA IGUALMENTE PATRIÓTICA para devolverle al imperio una fracción de las remesas que envían al país los millones de indocumentados mexicanos que viven en los Estados Unidos. Por cierto, es una tajada apetitosa: cada año, los mexicanos gastan unos 10 mil millones de dólares en sus vacaciones en los Estados Unidos. El señor Trump nos debería hacer un reconocimiento.
Aunque el asunto parece patético, hay que reconocer que estamos CELEBRANDO NUESTRA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA, NO DE LOS ESTADOS UNIDOS, un vecino muy posesivo que, con amenazas de aranceles y cacería de migrantes, le gusta recordarnos quien manda.
En el improbable caso de que algún día nos libremos de ese yugo, tal vez lo apropiado sería celebrarlo en Madrid.