México votará por su primera presidenta el próximo año después de que el partido gobernante eligiera a Claudia Sheinbaum para enfrentarse a la candidata de la coalición opositora, Xóchitl Gálvez.
Sheinbaum, de 61 años, es física, tiene un doctorado en ingeniería ambiental y cuenta con el respaldo del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Se enfrentará con la principal contendiente de la oposición, Xóchitl Gálvez, una ingeniera franca y de ascendencia indígena que creció en un ambiente de pobreza y luego se convirtió en empresaria tecnológica.
“Ya podemos decir hoy: México, a finales del año que viene, va a estar gobernado por una mujer”, dijo Jesús Silva-Herzog Márquez, un politólogo en el Tec de Monterrey, y agregó que era un “cambio extraordinario” para el país.
CLAUDIA SHEINBAUM
Sheinbaum ha hecho su carrera política en buena medida a la sombra de López Obrador y muy pronto surgió como la candidata preferida del partido para suceder al presidente.
Luego de incursionar en la política se convirtió en la principal funcionaria de medioambiente de la gestión de López Obrador cuando él fue jefe de gobierno de Ciudad de México.
Cuando fue electa para ese mismo cargo en 2018, puso entre sus prioridades el transporte público y medioambiente, pero también fue blanco de críticas por los percances mortales sucedidos en los sistemas de transporte público de la ciudad, entre ellos el colapso de una línea del metroen el que 26 personas perdieron la vida.
“Lo que ha resaltado es su lealtad, yo creo que una lealtad ciega al presidente”, dijo Silva-Herzog Márquez, el politólogo.
Se considera que ese vínculo con López Obrador le ha brindado una ventaja clave de cara a las elecciones del próximo año gracias a los altos índices de aprobación con los que cuenta el mandatario, que está limitado constitucionalmente a un solo periodo sexenal.
XÓCHITL GÁLVEZ
Xóchitl Gálvez, una senadora que suele andar por la capital mexicana en una bicicleta eléctrica, se ha enfocado en resaltar su origen como hija de una madre mestiza y un padre indígena otomí.
Gálvez creció en un pueblo pequeño ubicado a unas dos horas de Ciudad de México sin agua corriente y hablando la lengua hñähñu de su padre.
“Me voy a retirar por completo”,
dijo en marzo. “No
soy cacique,
mucho menos
me siento insustituible;
no soy caudillo,
no soy mesías”.
Estudió ingeniería con una beca de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundó una empresa que diseña redes de comunicación y energía para edificios de oficinas.
Después de que Vicente Fox ganó la presidencia en el año 2000 fue nombrada como encargada de la comisión presidencial de asuntos indígenas.
En 2018 fue electa senadora por el conservador Partido Acción Nacional.
López Obrador la ha convertido en la figura central de reiterados ataques verbales, lo que ha tenido el efecto de elevar su presencia en el país mientras que llama la atención hacia la influencia del presidente y su partido en todo México.
DICE QUE SE VA
López Obrador ha insistido en los últimos meses que no tendrá influencia cuando concluya su mandato.
Pero algunos analistas consideran que su influencia se extenderá sin importar cuál sea el aspirante que gane la presidencia en 2024.
Si Sheinbaum fuera electa, “podría haber cambios en ciertas políticas, aunque los esbozos generales de su agenda seguirán intactos”, según un reporte reciente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Si Gálvez fuera electa, podría enfrentar obstáculos con el legado de la actual gestión si buscara revertir sus políticas, como las medidas de austeridad o la participación del ejército en labores sociales, de seguridad e infraestructura.
PROMESA
López Obrador prometió erradicar una antigua tradición política, el dedazo, con la cual los presidentes mexicanos eligen a sus sucesores, y remplazar esa práctica con encuestas de electores a nivel federal.
En el nuevo proceso de selección siguen existiendo preocupaciones por la falta de claridad y otras irregularidades señaladas por algunos analistas y aspirantes presidenciales.
El partido gobernante Morena, usó sondeos que “no necesariamente han sido transparentados en toda su magnitud”, dijo Flavia Freidenberg, politóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, “y que no necesariamente son procedimientos considerados como democráticos”.
El nuevo proceso también ignoró las regulaciones federales a las campañas, y los responsables de los procesos, tanto en el partido gobernante como en la oposición, han adelantado la selección unos meses mencionando de manera críptica a Sheinbaum y Gálvez como “coordinadoras” de cada coalición en lugar de “candidatas”.
“Estas actividades irregulares, en cualquier caso, se han dado bajo la mirada de la opinión pública, de la clase política y de las autoridades electorales”, dijo Freidenberg. “Esto no es una cuestión menor”.
Las elecciones presidenciales del próximo año, en las que los votantes también elegirán a los miembros del Congreso, podrían determinar si México se prepara para volver a un sistema de partido dominante similar al que el país experimentó con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante 71 años ininterrumpidos hasta el año 2000.
“Y eso depende, para mí, de cuánta batalla pueda dar la oposición”, asevera Ana Laura Magaloni, profesora de derecho que asesoró la campaña de Sheinbaum a la jefatura de gobierno.