Ave de tempestades desde siempre, la periodista-cónsul Isabel Arvide alborota el gallinero desde Estambul, cuando a grito pelado proclama su fe renacida con un arrebatado ¡Viva López Obrador!
Se dirá que ese grito fue convenenciero, irrespetuoso y oportunista (pues sí). Yo añadiría que es anticipo de lo que viene, pues con el pretexto de la revocación de mandato, lo vamos a escuchar hasta el asco en los próximos meses.
A ojos vistas, el Peje prepara su reelección. Obvio que con la revocación le está midiendo el agua a los camotes y, si no encuentra suficiente oposición, se dejará convencer, como se dejó Juarez a la primera, como se dejó Don Porfirio siete veces, como se dejó Álvaro Obregón a la segunda, por las voces seductoras y desinteresadas que claman que ÉL es el único que puede salvar a la Patria.
La cónsul fue vapuleada en los medios por su atrevimiento: de chaira no la bajaron. De seguro lo está disfrutando a placer (así es la Arvide), pero a mí lo que me gustaría saber, lo que yo preguntaría es cuántas gentes telefonearon para felicitar, qué poderosos mensajearon su apoyo, qué magnates ya se subieron al carro. Si lo que necesita López es que lo endiosen, la cónsul está en el camino correcto.