Asegún

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Ser cronista de la ciudad tiene sus ASEGUNES. No me refiero a que el cargo no tiene sueldo, ni oficina, ni secretaria, ni viáticos, ni presupuesto, y que siempre haya que sacar del bolsillo, lo mismo para asistir a un congreso que para fotocopiar el único ejemplar que existe de un libro histórico. Eso es lo de menos y se hace lo que se puede.

El ASEGÚN mayor es la molestia, el desgaste, la obligación incómoda de discutir, sin diálogo posible, con los recuerdos interesados de algunos fundadores, que sin más prueba que su flaca memoria, sin ningún documento que lo pruebe, sin ningún testimonio que los respalde, se adjudican méritos históricos que no tienen, o se inventan hazañas a todas luces ficticias, y luego exigen al cronista respaldar sus infundios.

En el pasado, tuve que desmentir públicamente a un ingeniero que presumía obras ajenas, a un constructor que tenía en su portafolio un edificio que no había hecho, a 2 nietos que presentaban a sus abuelos como autores intelectuales del proyecto Cancún, a varios pioneros que falseaban su fecha de llegada a la ciudad y a un periodista que sostenía la peregrina versión de que Fidel Castro desayunaba en el muelle de Puerto Juárez, mientras esperaba el cargamento de armas con el cual hizo su revolución.

EL SALDO DE ESTOS LANCES HA SIDO UN ROSARIO DE ENEMIGOS GRATUITOS, que opinan convencidos que el CRONISTA DE LA CIUDAD es un ignorante y un zafio, que nada ha aprendido en sus 29 años en el cargo y que hay que remplazarlo a la brevedad.

No contento con la patraña, ha organizado un homenaje consagratorio, a la orilla de la laguna, al cual ha convocado al gobernador, a la alcaldesa, a Sectur, a Fonatur, a la Asociación de Hoteles y hasta el CRONISTA (!!!), para develar un busto que perpetué en piedra y en bronce sus falsedades.

HOMBRE, NO HAY QUE SER…

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