Escenas de consuelo, solidaridad y calor humano han caracterizado el comportamiento de los atletas olímpicos que, a diferencia del COI, se han convertido en ejemplos vivos para el resto del mundo.
No me refiero al número de medallas y récords mundiales. Estoy hablando de algo + profundo: de la resiliencia, fuerza tenaz e incluso la bondad bajo presión. Y los ejemplos no dejaron de multiplicarse en Tokio.
La valentía de Simone Biles, quien regresó a la competencia Y GANÓ UNA MEDALLA de bronce en la viga de equilibrio días después de haberse retirado de la competencia de gimnasia para cuidar su salud mental, emocional y física.
El aplomo de Sifan Hasson de los Países Bajos, que se tropezó y desplomó durante su eliminatoria de los 1500 metros femeninos, y luego se levantó y dio una zancada desde muy atrás, para terminar en primer lugar.
Un ejemplo entre tantos: la triatleta noruega Lotte Miller que consoló a Claire Michel de Bélgica, mientras lloraba al darse cuenta de que había terminado en último lugar.
Pienso en la determinación de la corredora Christine Bomba, a quien se le prohibió participar en los 400 m, x una rara condición genética. Sin inmutar- se, corrió los 200 m y ganó plata.
PIENSO EN MUTAZ ESSA BARSHIM DE CATAR Y GIANMARCO TAMBERI DE ITALIA. Eligieron renunciar a un desempate que podría haber decidido la competencia de salto de altura y compartir el oro olímpico. Y No dejaron dudas sobre lo que más valoraban.