Viva la tacañería

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1872

Quienes pusieron el mal ejemplo fueron los Pioneros de Cancún. Tras años de exigir un espacio para preservar su gloria, terminaron levantado un monumento insípido y ramplón, una especie de puerta arabesca carente de significados, construida con cemento vil, seguramente el sobrante de alguna obra. Ese esperpento afea desde hace años la principal avenida de la ciudad, y aunque se llama Monumento al Pionero, hace muy poca justicia a la memoria de sus promotores.

Más feo todavía es el Monumento a la Madre, otro bodrio de cemento vulgar que ocupa sin gracia alguna la glorieta de la Yaxchilán. En esta ocasión los donatarios fueron los Rotarios, que se gastaron muy pocos centavos en esa mole descolorida y rechoncha, un adefesio sin ángulos ni forma que el ingenio popular ha bautizado certeramente como El Bolillo.

Pero hete aquí que los Rotarios han vuelto a las andadas. Otra vez escasos de fondos, ahora escogieron la glorieta de Náder y Uxmal para edificar un obelisco enano, con una placa barata que anuncia que se lo regalan a la ciudad por sus 50 años. Un roperazo, se diría de ese afrentoso obsequio, que habla muy mal de quien lo da.

Si de verdad quieren a la ciudad que se remojen, que se gasten sus ahorritos, que nos obsequien una fuente monumental o una escultura grandiosa, algo que sea permanente y notable, y no esos pinchurrientos espantajos de escasa inspiración y vida efímera. Más que honrar a Cancún, esos adefesios parecen celebrar el logo del patrocinador, y lo hacen con sobradas dosis de mediocridad, de oportunismo, de tacañería.

•Fernando Martí es Cronista de la Ciudad de Cancún

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