De lo que uno es, otros tienen la culpa”…
Afirmación que no explica nada, pero tranquiliza mucho y sirve para reafirmarnos en nuestra postura respecto al turismo y su seguridad, ya que reduce las tensiones y dudas dotándonos de un “código elemental” entre sector e instituciones.
Lo malo es que, es tanta la cantidad de tiempo dedicado a las acusaciones y pensamientos cruzados, nos impide asumir nuestras propias limitaciones, disminuyendo así la parte reflexiva de cada uno.
Se trata de posturas que reconfortan y ofrecen visiones aliviadoras de un país con una notable complejidad. Y es que, parece que estamos viviendo un momento de “responsabilidades tácticas”, donde todas las partes disponen de su parte de razón, pero ninguna la tiene del todo.
Y nos costará salir de ese impasse mientras no consigamos insertar nuestras reflexiones, y las de los otros, en el conjunto de las decisiones que se vayan tomando en un tema tan áspero como la seguridad ciudadana y la de nuestros turistas y visitantes.
Y es que la gobernanza social y turística supone que la parte pública y privada se han de dar cuenta que los escenarios más funestos podrán llegar a desarrollarse si solo se persigue el propio interés, algo realmente autolimitante.
En el fondo asumamos que lo que más hemos de temer es a nosotros mismos, a nuestra particular verticalidad y a unas intimidaciones externas que adicionalmente nos importunan.
En definitiva, tengamos en cuenta las transversalidad y propiedades del turismo.
Nuestros turistas proceden del mismo lugar que ciertas amenazas paralelamente, reclamarnos servicios vinculados al ocio, cultura y hedonismo.
Quizás las propiedades estratégicas del turismo mexicano puedan aumentar nuestra capacidad negociadora y de una estabilidad social y sectorial tan necesaria para todos. No conviene desecharlo.