Por: Ruth La Ferla
Por fin el mundo se está tomando en serio la contaminación por plásticos.
Los delegados de los Estados miembro de la ONU se reunieron en París para debatir lo que algunos esperan que se convierten el equivalente del Acuerdo de París en materia de contaminación por plásticos.
No hay tiempo que perder. El plástico es una de las mayores amenazas a las que se enfrentan hoy en día nuestros océanos, además de que causan daños incalculables a los ecosistemas, un daño económico enorme a las comunidades costeras y son una posible amenaza a la salud de más de 3000 millones de personas que dependen del mar para vivir.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente presentó una propuesta para mantener los plásticos en circulación el mayor tiempo posible mediante la reutilización y el reciclaje.
Algunos activistas y científicos están a favor de poner límites y reducir la producción y el uso de plásticos.
Comparto el deseo de un cambio real a largo plazo y es necesario considerar todas las propuestas.
Pero si hemos de ponerle un alto a la circulación de plásticos en nuestros océanos en el futuro próximo, entonces debemos concentrar nuestras acciones en los ríos que contaminan y que transportan la mayor parte hasta allí.
En 2011, cuando tenía 16 años, fui a bucear durante unas vacaciones familiares en Grecia, entusiasmado por experimentar la belleza perenne de nuestro océano y su vida salvaje. Vi más bolsas de plástico que peces. Fue una decepción desoladora.
En 2013, había fundado The Ocean Cleanup, una organización sin fines de lucro con la misión de que no haya más plástico en los océanos.
Tenía sentido centrarse en el que tal vez sea el símbolo más evidente de nuestro problema de plásticos en el océano, la Gran Mancha de Basura del Pacífico, una extensión del océano Pacífico Norte de más del doble del tamaño de Texas donde se acumulan residuos plásticos debido a las corrientes convergentes.
Lo que nos hizo seguir adelante fueron las escenas que nuestras tripulaciones encontraron en el mar: peces diseccionados cuyos intestinos estaban rebosantes de fragmentos afilados de plástico, tortugas marinas atrapadas en redes de pesca abandonadas.
Limpiar las manchas de basura del océano es fundamental.
Se prevé que el uso mundial de plástico casi se triplique para 2060
Desde que comenzamos a utilizar plásticos en la primera mitad del siglo XX, la demanda ha crecido de manera exponencial.
Cada año se producen alrededor de 400 millones de toneladas de plástico, lo que más o menos equivale al peso de más de 1000 Empire States.
Se cree que cada año entran en los ecosistemas acuáticos entre 9 y 14 millones de toneladas métricas).
Será difícil lograr una reducción significativa del uso de plásticos.
El científico medioambiental Vaclav Smil ha calificado el plástico como uno de los cuatro “pilares de la civilización moderna”.
Se ha convertido en una necesidad de la vida contemporánea, su combinación única de ligereza, durabilidad y bajo costo brinda una utilidad innegable y un nivel de comodidad del que nos hemos hecho dependientes.
A medida que la población mundial crezca y más personas salgan de la pobreza y adopten estilos de vida más orientados al consumo, la demanda de productos envasados en plástico aumentará de manera inevitable.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) predice que el uso de plástico casi se triplicará en 2060 al ritmo actual y que la mayor parte del crecimiento se producirá fuera de Europa y EU.
La iniciativa emprendida por las organizaciones Economist Impact y la Fundación Nippon llamada Back to Blue Initiative modeló escenarios políticos para reducir la producción de plásticos para 2050, ninguno de ellos dio como resultado una tasa de producción inferior a la actual.
Todavía existe la posibilidad de frenar el flujo de plásticos al medioambiente. Aunque el uso de plástico seguirá creciendo según la mayoría de las proyecciones de la OCDE, una regulación mundial estricta podría reducir significativamente la cantidad de plástico que llegue a la naturaleza.
Lugares como Canadá y la Unión Europea prohibieron los artículos de “un solo uso”, como los cubiertos de plástico, los agitadores de café y los hisopos de algodón.
Sin embargo, aunque loables, estas políticas apenas reducen el consumo, mucho menos de lo necesario para compensar el crecimiento previsto en los próximos años.
Siendo realistas, tenemos que prepararnos para un futuro en el que la humanidad utilice más plástico, no menos.
Una respuesta es mejorar la gestión de residuos. Los residentes de Europa, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur se encuentran entre los usuarios más prolíficos de plástico, con un consumo de alrededor de un tercio del total mundial y, sin embargo, esos países son directamente responsables de solo cerca del uno por ciento de lo que se vierte en el océano, en parte debido al relativo buen funcionamiento de sus sistemas de recolección y eliminación de residuos.
No obstante, la gestión de residuos es deficiente en muchos países de ingresos medianos y bajos y esa es la principal razón por la que Asia, África Occidental y América Latina son, según nuestras conclusiones, los lugares donde se produce la mayor contaminación por plásticos del mundo.
Pero si queremos un océano sin plásticos, debemos empezar por centrarnos en las zonas donde nuestra influencia es mayor. La intercepción en los ríos es la forma más rápida y rentable de evitar que el plástico llegue al océano y la forma más práctica de abordar este problema con la urgencia que amerita.
Más de 1000 ríos representan el 80 por ciento de las emisiones mundiales de plástico fluvial al océano, de acuerdo con The Ocean Cleanup.
Existen soluciones eficaces y los gobiernos del mundo tienen la obligación moral de ampliarlas con rapidez para que la humanidad pueda por fin limpiar su desastre.