De la cocina conventual proceden una gran lista de platillos imperdibles de la gastronomía mexicana. Fueron las madres de los conventos las autoras de guisos tan placenteros que hasta nuestros días son de esos placeres que nos invitan a chupamos los dedos.
GASTRONÓMICAMENTE, el periodo conventual de la culinaria nacional comienza en el Siglo 16 con el Virreinato, cuando llegaron de manera + organizada y frecuente los productos de ultramar.
El Puerto de Veracruz se convirtió en el + importante del territorio nacional, donde llegaban productos desde y para Europa, de ahí que su gastronomía se beneficiara enormemente, naciendo ahí el famoso HUACHINANGO A LA VERACRUZANA.
Pero, si bien es cierto que la ciudad jarocha era muy importante, la ciudad de Puebla fue el filtro de lo que se comercializaba entre México y Europa, y también se constituyó, entre otras cosas, como embajada de la cocina nacional.
Cuna de la cocina conventual, de ahí se gestan 3 de los grandes placeres culinarios de México.
EL MOLE POBLANO, de la autoría de la madre SOR ANDREA DE LA ASUNCIÓN, del Convento de Santa Rosa, en honor al Virrey Tomás Antonio de la Serna. Mezcló una suerte de chiles, especias y hasta chocolate, y dio como resultado el plato que SOR MARTHA bautizó como mole (en náhuatl “salsa o guisado”, de acuerdo con Jesús Flores, en su libro Breve historia de la cocina mexicana
LOS CHILES EN NOGADA, fueron producto de las madres agustinas del Convento de Santa Mónica, en honor esta vez a Agustín de Iturbide tras la firma de Independencia de México con los Tratados de Córdoba que signó con Juan O’Donojú, escribió Sebastián Verti en su libro Esplendor y grandeza de la cocina mexicana.
Y LOS BUÑUELOS para endulzarnos la vida. De éstos se tiene la receta más antigua en el recetario de SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ, que dará del Siglo 17. Así que estos 3 PLACERES LOS CONFESAMOS DE A MADRE…¡Hablando al Chile!