Iñaki Garmendia Esnal. Experto en Seguridad Turística y Miembro del Comité de Expertos de la Organización Mundial del Turismo. OMT/UNWTO.
Parece que las fuerzas militares van a implicarse en la actividad turística a través de la gestión de ciertos aeropuertos, aerolíneas y hoteles, además de su presencia en algunos destinos turísticos finalistas, probablemente con desigual incidencia.
Mientras que la actividad discreta y administrativa en los 3 primeros casos garantizan una gestión más o menos previsible, la presencia de la seguridad militar en las plazas, playas y lugares de ocio se vuelve del todo chocante.
Situación ésta que, ante la falta de otras opciones, llega a ser considerada como “fundamental y hasta inevitable”.
Pero la complejidad del hecho turístico, donde su competitividad y supervivencia se basan no solamente en una “buena mecánica empresarial”, sino en la placidez de sus entornos; hace que junto a la seguridad genérica se deba desarrollar una seguridad específica turística. Y no es un privilegio, sino una probada necesidad.
Por añadidura, todos somos conscientes de la enorme dificultad que representa el manejo de esa violencia genérica, pero esperar a que escampe para que la industria turística mejore y se tranquilice, no parece ser un planteamiento realista. La espera, desespera.
En este contexto, sería recomendable que la comentada militarización se fuera “turistizando”, lo que supondría pasar, de sus “clásicas formas” a unas “más amables” como un servicio, que no el único, que precisa cualquier destino con problemas.
Por ello, sería bueno que el sector tomara la iniciativa y diera a conocer ante las diferentes instituciones, sus auténticas necesidades de seguridad en espacios públicos que ya, con una ¿Policía Turística? mucho más dotada e interconectada se irían creando nuevos y estratégicos vínculos.
Cuestión de visión y prioridades con respecto a lo que representa la actividad.