Continuar preguntándose por el descenso de turistas y sus costes a nivel económico, social e imagen externa, parece que ya no es suficiente…
ontinuar preguntándose por el descenso de turistas y sus costes a nivel económico, social e imagen externa, parece que ya no es suficiente…
Y es que ¿por qué no orientar la mirada hacia el interior y analizar el rechazo que se va generando entre algunos mercados emisores? Los motivos son realmente internos y su reflejo tanto interno como externo.
Por lo tanto, la solución de los males ha de partir de la propia estructura social, sectorial y política.
Está bien pensar que la seguridad debería ser algo inherente al país y destino, y por tanto ser un hecho palpable, fijo e irrefutable. Pero su falta persiste y tan absurdo es ignorarlo como considerar que con iniciativas y políticas livianas se puede alcanzar las metas deseadas.
En ese sentido, hay un entorno trastocado que debilita la actividad y posibilita que, entre otros factores los destinos de la competencia se vean beneficiados por esta situación.
Por añadidura, corren noticias de que parte del organigrama turístico está siendo militarizado. Pese a lo singular de esta iniciativa, vuelvo a reiterar que el diálogo y el pacto han de prevalecer para alcanzar fórmulas de cooperación con una seguridad que, sin perder su esencia, sea más precisa y disponga del mayor encaje integral e integrador posibles.
Y es que, siendo la seguridad nacional un elemento con un fuerte contenido emocional, ésta ha de permitir que le ofrezcan unos cauces de colaboración razonables.
Que esto no ocurra, hará que persistan los desajustes y que al país-destino no le quede más remedio que seguir cultivando el arte de la apariencia para intentar mantener la compostura pese a seguir conviviendo en un escenario que demanda mejoras de mucho mayor calado. Urge que se acompañe a la seguridad, ya que hay mucho y valioso que aportar.