Abrumado por la banalidad de las redes sociales, atontado por la moda de opinar sin pensar, no sé si el periodismo, tal como lo conocemos, tenga alguna chance de sobrevivir.
Lo que sí sé es que Mariana Orea nació para hacer ese periodismo que nos gusta: CERTERO EL DATO, CUIDADOSA LA PESQUISA, IRREVERENTE LA ENTREVISTA, MORDAZ EL COMENTARIO, TRAVIESO Y LUJURIOSO EL DISEÑO, PROVOCATIVO SIEMPRE.
Ahora, en mancuerna con Luis Carlín, nos hace una propuesta a contracorriente: papel en la era digital, dos portadas en cada ejemplar, impresión en blanco y negro (como la película Roma, de Cuarón). Cada página es un agasajo y ahí vas leyendo, de la sorpresa a la reflexión, de la incredulidad a la carcajada.
Largo aliento le deseo a esta bocanada de aire fresco, que llega en un momento por demás oportuno, cuando la mediocridad y la falta de imaginación campean en nuestra querida ciudad. En estos tiempos que corren, aquí y ahora, la sugerencia es casi subversiva: ser original, ser auténtico, ser diferente.