Iñaki Garmendia Esnal. Experto en Seguridad Turística y Miembro del Comité de Expertos de la Organización Mundial del Turismo. OMT/UNWTO.
Actualmente el gobierno no es capaz de garantizar la seguridad, a lo sumo la gestión incompleta de las diferentes inseguridades, incluida la turística.
Hablamos de una ciudadanía tensionada con una producción turística que apremia y las dosis de discreción apropiadas para no generar más alarmas.
Y es que se vive en condiciones precarias a la hora de definir la particular seguridad de cada uno, lo que produce desconcierto no sólo por las carencias diarias, sino por las que pueden ir apareciendo con el paso del tiempo.
En este escenario surge una ansiedad profunda e íntima, que ha superado los “ataques de ansiedad momentáneos” para asentarse definitivamente y dar paso a lo que denomino un estrés crónico.
Como detalle, se sigue simulando un diálogo o interacción entre sociedad, turismo e instituciones que apenas produce nada nuevo y que se ve reflejado en unos responsables no sólo con escaso entusiasmo, sino que evitan cualquier referencia a la violencia existente.
Se trata pues, de un entorno con una palpable deshumanización lo que explica el tono negativo del país – destino.
Y es que, además se corre el peligro de seguir pensando que el actual nivel de inseguridad “es manejable” por la presión e intereses fugaces, una ilusión engañosa y una indefinición y dudas que dan como resultado una impotencia generalizada, estrés crónico.
En definitiva, si queremos que la transformación de la seguridad (turística) produzca los efectos deseados, su peso ha de ser compartido con buena parte de las diferentes instituciones, superando la actual distribución y garantizando esas (nuevas) relaciones.
Y es que, lo más razonable del sistema de seguridad nacional vendrá dado por su disposición a ir corrigiendo las actuales disfuncionalidades (inacciones, debilidades estructurales, “soluciones milagrosas”, desajustes sociales, desvíos de atención, excesiva verticalidad, entre otros) No hay de otra.