Cierto. Tras la colonización, México regaló grandes joyas gastronómicas al mundo entero: maíz, frijol, pavo, aguacate, cacao, vainilla, jitomate y piña, entre otros deliciosos productos.
Pero también México recibió grandes regalos culinarios del mundo entero que, de no ser por su colonización, no podrían existir muchos de nuestros platillos tradiciones.
Entre estos productos venidos de otros mundos nos encontramos con el cerdo y la manteca, la res y los lácteos, y el borrego, entre otros ingredientes cárnicos.
También fue gracias a la llegada de los españoles que producimos trigo, avena, la caña de azúcar y el café.
Especias traídas: canela, pimienta, clavo, tomillo, orégano. O el ajo, la lechuga, zanahoria, rábanos, habas, mango, limón, naranja, toronja, manzanas y membrillos.
Les debemos asimismo la flor de Jamaica, ¡el cilantro!, el eucalipto, el laurel, el anís, el romero, la albahaca y el azafrán.
Ni hablar del arroz, las aceitunas, el aceite de oliva, los churros, los buñuelos y el chorizo.
Y algo muy importante, las uvas y el vino, pues fue Hernán Cortés quien ordenó que los españoles sembraran uvas para su producción en la nueva tierra, la Nueva España.
Todas estas aportaciones dieron origen a la extraordinaria y vasta gastronomía mexicana, que no la concebiríamos sin los chiles en nogada, sin el mole, sin los tacos de carnitas, sin la barbacoa, sin los tamales o sin nuestra dulce panadería.
Así la comida mexicana se volvió una fusión de sabores del Encuentro de 2 Mundos para dar paso a importantísimos platillos que ahora son insignia nacional ¡HABLANDO AL CHILE!
