Por Elda Cantú
Llegó el turno de Kamala Harris. Luego de que el presidente Joe Biden anunció que renuncia a la reelección, la vicepresidenta está bajo los reflectores.
La salida de Biden fue solo el más reciente en una serie de eventos políticos inusitados para Estados Unidos en pleno año electoral, entre ellos el atentado contra Donald Trump en un mitin, el debate históricamente adelantado y la desastrosa participación del presidente y la condena penal de un aspirante a la Casa Blanca.
El Partido Demócrata, que en menos de un mes elegirá a su nominado presidencial, venía debatiendo la viabilidad de Biden para las elecciones y en su círculo cercano aumentaba la presión para que abandonara la contienda.
“Aunque sea a regañadientes, la retirada de Biden es un reconocimiento notable y una anomalía histórica”, escribió en una columna de Opinión Frank Bruni. “Va en contra de la naturaleza humana, o al menos de la naturaleza de los seres humanos que han conocido la euforia de estar en la cima”.
Aunque el partido en el poder tendrá que correr para lanzar una campaña contra Trump, parece que la decisión del fin de semana revitalizó a los demócratas: en las encuestas, Harris tiene un mejor desempeño que Biden frente a Trump.
De hecho, en sus primeras 24 horas como aspirante a la presidencia, Harris recaudó 81 millones de dólares en donativos, según informó el lunes su campaña, señal de un renovado entusiasmo de los demócratas en el proceso. Y es que, después del debate entre Biden y Trump, en el que el presidente tuvo un desempeño débil, las aportaciones económicas a su campaña se habían ralentizado.
Harris enfrenta varios desafíos inmediatos, entre ellos elegir a su compañero de fórmula (aquí están los principales contendientes), armar una campaña presidencial sobre la marcha y conseguir que los demócratas se unan en torno a su candidatura.
De hecho, algunas figuras notables la respaldaron públicamente de inmediato, tales como Nancy Pelosi. No obstante, existen otras voces al interior del partido que consideran que lo mejor sería que se haga una elección abierta y competitiva para elegir al nominado presidencial.
Entre los ausentes en el coro de apoyo a Harris estaba el expresidente Barack Obama, quien, según sus allegados, prefiere mantenerse al margen de la política partidista.
“Vamos a navegar por aguas desconocidas en los próximos días. Pero tengo una confianza extraordinaria en que los líderes de nuestro partido serán capaces de crear un proceso del que surja un candidato sobresaliente”, dijo Obama.
Al cierre del boletín (23 Julio) Harris había asegurado el respaldo de más de 1976 delegados antes de la primera ronda de votaciones en la convención demócrata.
PARÍS SE TRANSFORMA PARA LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Hay una gloriosa locura en los Juegos Olímpicos de París, los primeros que se celebran en la ciudad desde 1924, como si Francia, en su interminable ardor revolucionario, hubiese tardado un siglo para reflexionar sobre algo inimaginable: la transformación de una gran ciudad en un estadio.
La Torre Eiffel nunca se habría alzado sobre París en 1889 si hubieran prevalecido los muchos detractores. Cuando se construyó para la Exposición Universal de París, Guy de Maupassant calificó la torre como un “gigantesco esqueleto espantoso” que lo hizo salir de París.
Ahora, entre el primer y el segundo piso, cinco anillos olímpicos gigantes —azul, amarillo, negro, verde y rojo— adornan la torre. Por la noche brillan sobre el parque Campo de Marte, donde se celebrará la competencia de vóleibol de playa.
Cerca de allí fluye el río Sena, embellecido con un costo de unos 1500 mdd y suficientemente limpio, según se dice, para celebrar varias pruebas olímpicas, entre ellas dos de 10 kilómetros de natación y el triatlón.
Hace 101 años se prohibió nadar en el Sena. Todo llega a su fin. Estas olimpiadas, con un costo de unos 4750 mdd, se concibieron para ser transformadoras de una manera duradera y respetuosa con el medioambiente.
“Queríamos una pizca de revolución, algo que los franceses recordaran con orgullo”, me dijo Tony Estanguet, jefe del Comité Olímpico de París.
Por supuesto, el centro de París no es todo París. Gran parte de los eventos se celebran en Seine-Saint-Denis, vibrante crisol de culturas y un testimonio de la creciente diversidad de Francia.
Allí está la Villa Olímpica y un nuevo Centro Acuático con 5000 plazas. Un río limpio y un Sena-Saint-Denis revitalizado e integrado en un “Gran París” son 2 de las principales aspiraciones de las olimpiadas.
Con suerte, los Juegos Olímpicos elevarán aún más a París y, en un mundo marcado por las guerras, ofrecerán reconciliación y paz.