Hablar del Niño interior es hablar de sanación. Es hablar del rompimiento de cadenas de dolor que nos marcaron en nuestra tierna infancia, y que nos persiguen en nuestra vida de adultos.
Nuestro niño interior es una dualidad que nos marca; es luz y sombra. Es luz porque contiene la sabiduría del alma, y es sombra porque guarda las heridas de la infancia. Así que es hora de abrazarlo.
Casi siempre lo ignoramos, y junto con él a nuestra verdadera esencia. Nos olvidamos de disfrutar, de reír y de nuestra capacidad de asombro, de ser espontáneo, de ser feliz. Y esto lo reclama nuestro niño interno, quien ansía ser escuchado.
Tenemos tantas exigencias mundanas, que nos influyen y que no nos permiten escuchar a nuestro niño interno, quien tiene todas las respuestas, que buscamos afuera.
Es tiempo de reconciliarnos con él, de escucharlo, de sentirlo y atenderlo debidamente para permítele a nuestra alma recuperar su luz.
Para conectar y reconciliarte con tu niño interior, necesitas darte el tiempo en silencio para escucharlo; él puede ser el mejor guía, el mejor consejero en tu vida entregándonos los tesoros de su conocimiento.
Él sólo él conoce nuestro propósito de vida. Guarda silencio y escúchalo. Deja también en este silencio hablar al Universo.
- RESETEO:
- “Le permito a mi niño interior salir, sorprenderse, divertirse, escucharse, jugar, reírse y volver a creer en la magia que rodea al mundo.
- “Soy un ser perfecto hecho a imagen y semejanza del creador”.