EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS, me volví alérgico a las redes sociales: tanta obviedad, tanto lugar común, tanta superstición (científicamente comprobada), tanto chisme insulso me provoca un malhumor instantáneo.
Yo aprendí en las redacciones que había que CHECAR LOS DATOS Y ATENERSE A LOS HECHOS, pero todo eso se ha convertido en manías de viejito, un estorbo para un mundo donde rige la emoción y la inmediatez.
LA EXACTITUD PASÓ DE MODA. Ahora todo se reduce a un concurso de egos gigantescos donde cualquier intelectual de quinta sabe más que el Gobierno y cualquier empresario cuenta chiles tiene la solución en la mano.
Y para tanta vacuidad, por desgracia, nadie está buscando una vacuna.