Llevamos NUEVE MESES DE PANDEMIA, con muchas semanas de encierro y la vida por completo trastocada, la boca cubierta por un trapo que nos impide hablar, las ganas contenidas de abrazar a quienes amamos, las manos embarradas de geles grasosos, sin vida social, sin viajes, y en muchos casos, sin ingresos o con ingresos menguados, con un presente complicado y un futuro sombrío.
ESTAMOS HARTOS DEL BICHO, de las estadísticas, de las advertencias, del quédate en casa y de la sana distancia, y en estas condiciones vamos a celebrar la Navidad.
Nos dicen que no bajemos la guardia, QUE NO TOQUEMOS A NADIE, que hablemos quedito, que no cantemos fuerte, pero yo tengo la sospecha de que habrá convivios apretujados, canciones a coro, bailes imprudentes, besos y abrazos como nunca, y que todo eso tendrá un sabor diferente, PUES LO QUE VAMOS A FESTEJAR EN LA NOCHEBUENA DEL 2020, ANTES QUE CUALQUIER COSA, ES EL HECHO EXTRAORDINARIO Y MILAGROSO DE SEGUIR CON VIDA.