Por: David Leonhard
Una serie de eventos parecen señalar la llegada de un nuevo mundo multipolar.
• Rusia ha lanzado la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
• China se ha puesto más belicosa hacia Taiwán.
• India ha adoptado un nacionalismo virulento.
• Israel ha conformado el gobierno más extremo de su historia.
El sábado 7 de octubre Hamás atacó con descaro a Israel; lanzó miles de misiles y de manera pública secuestró y mató a civiles.
Todos estos sucesos son señal de que el mundo tal vez ha caído en un nuevo periodo de desconcierto. Los países —y los grupos políticos como Hamás— están dispuestos a asumir grandes riesgos, en lugar de temer que las consecuencias serían demasiado graves.
La explicación más sencilla para esto es que el mundo se encuentra en una transición a un nuevo orden que los expertos describen como multipolar.
EE.U.U. ya no es la potencia dominante que fue y no ha surgido otra para reemplazarlo. Como consecuencia, los líderes políticos de muchos lugares se sienten envalentonados para reivindicar sus intereses, con la creencia de que una acción agresiva tendrá más beneficios que costos. Estos líderes piensan que ejercen en su región más influencia que EE.U.U.
“Ha surgido un mundo completamente multipolar y la gente se está dando cuenta, tardíamente, que la multipolaridad implica bastante caos”, escribió Noah Smith en su boletín de Substack.
Zheng Yongnian, analista político chino vinculado a los líderes del país, también ha descrito un “viejo orden” que se desintegra. “Los países están rebosantes de ambiciones, como tigres vigilando a sus presas, deseosos de encontrar todas las oportunidades en las ruinas del viejo orden”, escribió Zheng el año pasado.
Un EE.U.U. debilitado…
¿Por qué ha disminuido el poder estadounidense? Parte del cambio es inevitable. Los países dominantes no son dominantes para siempre. Pero EE. UU. también ha cometido errores estratégicos que aceleran la llegada del mundo multipolar.
Entre dichos errores: los presidentes de ambos partidos creyeron, ilusamente, que una China más próspera sería, sin duda, más amistosa, y no reconocieron que EE. UU. estaba apuntalando a su rival a través de políticas comerciales benévolas, como ha postulado el politólogo John Mearsheimer. Estados Unidos pasó gran parte de principios del siglo XXI luchando en guerras costosas en Afganistán e Irak.
La guerra de Irak fue particularmente dañina porque fue un conflicto sin provocación que George W. Bush decidió iniciar. Y la humillante retirada de Afganistán, supervisada por el presidente Joe Biden hizo que EE. U.U. pareciera aún más débil.
Tal vez el mayor daño al prestigio estadounidense lo causara Donald Trump, quien rechazó la idea de que EE. U.U. debe liderar el mundo. Trump se retiró de los acuerdos internacionales y desdeñó las alianzas exitosas como la OTAN. Ha insinuado que, si vuelve a la presidencia en 2025, podría abandonar a Ucrania.
En el caso de Israel, Trump alentó al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, a mostrar poco interés por los intereses palestinos y a buscar una victoria óptima para Israel. Por supuesto, Netanyahu no inició esta nueva guerra. Lo hizo Hamás, posiblemente con apoyo de Irán, el histórico promotor del grupo, y Hamás cometió sorprendentes violaciones a los derechos humanos que quedaron captadas en video.
Pero el extremismo de Netanyahu ha contribuido a la inestabilidad entre Israel y los grupos palestinos como Hamás. En un editorial en el diario israelí Haaretz argumentaba: “El primer ministro, que se ha jactado de su vasta experiencia política y su insustituible sabiduría en materia de seguridad, fracasó completamente al identificar los peligros hacia los que estaba llevando de manera consciente a Israel al establecer un gobierno de anexión y despojo”.
Netanyahu, añadió Haaretz, adoptó “una política exterior que ignoró abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos”.
…PERO AÚN PODEROSO
Incluso con el aumento de la multipolaridad, EE.U.U. sigue siendo el país más poderoso del mundo y posee una habilidad única para forjar alianzas y paz. En el Medio Oriente, el gobierno de Biden ha persuadido a Israel y cuatro países más —Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos— a suscribir acuerdos diplomáticos sin precedentes, conocidos como los Acuerdos de Abraham. En meses recientes, el gobierno de Biden ha logrado avances hacia un acuerdo más ambicioso entre Israel y Arabia Saudita.
En parte, consideran muchos expertos, Hamás atacó a Israel para socavar el acuerdo Israel- Arabia Saudita. Un acuerdo así dejaría aislado a Irán, el promotor de Hamás, y ocasionar que llegue dinero saudí a la Autoridad Palestina, un grupo más moderado que Hamás (como Thomas Friedman lo explica en su columna).
Pero si los ataques recientes de Hamás derivan en que Israel reduzca la Franja de Gaza a escombros, Arabia Saudita no va a aceptar ningún tratado con facilidad.
“Esto va a ralentizar considerablemente la negociación de los Acuerdos de Abraham saudíes, si no es que a matarla”, le dijo al Times Mara Rudman, exdiplomática de EE. U.U.
En este sentido, se puede pensar en los ataques de Hamás como un intento de impedir una reafirmación del poder estadounidense y, en su lugar, seguir empujando al mundo hacia la multipolaridad.
Comprendo que algunos lectores pudieran cuestionar si vale la pena celebrar la prolongada era de poder estadounidense que ahora se disipa. Sin duda, incluyó algunas injusticias terribles, ya sea en Vietnam, Irán, Guatemala u otros lugares.
Pero también hizo posible la época más pacífica de la historia, con un importante descenso de las muertes por violencia, como señaló Steven Pinker en su libro de 2011 Los ángeles que llevamos dentro. Y la cantidad de personas que viven en democracia aumentó.
“En las últimas dos décadas se ha vuelto popular arremeter contra la hegemonía estadounidense, hablar con sorna del “excepcionalismo estadounidense”, ridiculizar la actuación de EE.U.U. como “policía mundial” y anhelar un mundo multipolar. Bueno, felicidades. Ahora tenemos ese mundo. A ver si les gusta más.